Hace algunos meses, por vuelcos de la vida, me puse a traducir miles y miles de versos de Pedro Salinas, el llamado poeta del amor. Reconozco que fue una obsesión: no podía parar, apenas podía dormir, no podía pensar en otra cosa, y lo máximo que era capaz de soñar eran pesadillas. Hice aquello con un objetivo, pero la planificación del trabajo cambió, por una parte por revisión y por otra porque me resultaba insoportable sentir los versos una sola vez más.

Séptimo poema de La voz a ti debida, en esperanto y en versión original:
[7] «Morgaŭe». Jen la vorto vakanta, en libero, aer’, gravito-manka, sen korpo kaj animo, sen kiso eĉ koloro, do mi preteris ĝin en la nun’, apud mi. Sed subite, vi diris tuj al mi: «Mi, morgaŭe…» Kaj ĉio plenpleniĝis per karno kaj per flagoj. Kuris al sur mi, hastis ĉiuj miaj promesoj kune sescent-koloraj, en vestoj enmodiĝaj, ĉiuj nudaj, sed ili ŝarĝitaj per karesoj. Per trajnoj aŭ gazeloj al mi ili alvenis —sonoj de violonoj, akut’— sveltaj esperoj de virgulinaj buŝoj. Aŭ rapidaj kaj grandaj kiel ŝipoj, de for’, kiel balenoj de maroj malproksimaj, infinitaj esperoj de amo sen la fin’. Morgaŭe! Tre vibranta vorto, streĉanta pri karno, animo rozaj, kordo de l’ arĉo kie vi metis, akutege, unu armon dudek-jaran, plej sagon dolorigan kiam vi diris: «Mi…» |
[7] «Mañana». La palabra iba suelta, vacante, ingrávida, en el aire, tan sin alma y sin cuerpo, tan sin color ni beso, que la dejé pasar por mi lado, en mi hoy. Pero de pronto tú dijiste: «Yo, mañana…» Y todo se pobló de carne y de banderas. Se me precipitaban encima las promesas de seiscientos colores, con vestidos de moda, desnudas, pero todas cargadas de caricias. En trenes o en gacelas me llegaban —agudas, sones de violines— esperanzas delgadas de bocas virginales. O veloces y grandes como buques, de lejos, como ballenas desde mares distantes, inmensas esperanzas de un amor sin final. ¡Mañana! Qué palabra toda vibrante, tensa de alma y carne rosada, cuerda del arco donde tú pusiste, agudísima, arma de veinte años, la flecha más segura cuando dijiste: «Yo…» |
Se aceptan críticas, como siempre.

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